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Lo mejor está por llegar

viernes, septiembre 10, 2010

El último eslabón.

Conozco a un leon que tiene dos hijos. Estos han sido tratados con violencia. De niños han vivido con miedo y han sufrido la violencia física. Su evolución ha sido distinta en cada uno de ellos pero en ambos ha sido muy triste. Uno tiene tendencia a autolesionarse cuando sufre algún tipo de estrés. Según me explicó él mismo, cuando era niño y lloraba, su progenitor le pegaba para que se tranquilizase y aprendió a autolesionarse cuando se encuentra nervioso y así se tranquiliza. Bonita enseñanza ¿eh?


El otro decidió volverse un leon como su progenitor y ahora va dejando un reguero de personas sufriendo a su alrededor como su maestro. Todos los leones fueron gacelas una vez. ¿Tiene remedio esto? Creo que es la gran pregunta, la pregunta de oro, la que si tuviera respuesta positiva, se evitarían millones de asesinatos en el mundo. Aparentemente no tienen remedio estos chicos de los que hablo. Ambos han escogido un camino a raíz de haber sufrido la violencia. La violencia es su escuela y a mi juicio ellos no ven otras alternativas. Se comunican con violencia porque lo han hecho así toda la vida. Digo que aparentemente no tienen remedio pero yo pienso que no hay que rendirse hasta encontrar una solución.

Sin embargo, sigo decantándome por la huída antes que esperar a que los leones dejen de serlo porque lo que importa somos nosotros y nuestra integridad tanto física como psíquica y para que un león se vuelva pacífico, debe ocurrirle algo determinante en su vida cuya probabilidad es baja. Creo que la mejor solución para una persona que vive con un león es la de irse lo más lejos posible y sin que su león conozca la dirección. Lo ideal sería irse incluso a otra ciudad para aprender a vivir una vida con la paz que no hemos tenido en los años de convivencia.

Si existiera un elixir mágico que, al beberlo, las personas se volvieran pacíficas, yo apostaría por él y debe haberla y hay que encontrarla aunque desfallezcamos en la búsqueda. Mientras tanto, habrá que huir, claro está.

Una vez que huimos y vivimos en paz, el último eslabón de la cadena de violencia hemos de ser nosotros, quienes la hemos conocido. Sé que es difícil. El primer paso que se sufre cuando ya no vivimos bajo la influencia de nuestro león es el de odiar. Cuando yo estaba en camino hacia la fuga, recuerdo que todo lo que le ocurría me preocupaba, quería que estuviera bien mi león, que no se sintiera mal, y si yo me marchaba, quería "no hacerle daño" con mi marcha, no perjudicarle en ningún sentido. Hasta el último minuto me preocupaba por él. Pero a los cuatro o cinco meses de salir de su ámbito manipulador, me dí cuenta de la estafa, el maltrato, la violencia, el daño y quería que pagara, ése era el primer deseo, que pagara lo que me ha hecho. A veces soñaba que la persona que viviera con él, tuviera el valor que yo no tuve de llevarlo a los tribunales y que me llamaran como testigo y que no ir a la cárcel dependiera de mí y disfrutar de ese poder, divertirme. Ahora ¿sabes lo que pienso? Lo que pienso es que tengo que arrancarle a todos los leones sus gacelas atrapadas y que lo que me ha ocurrido es bueno porque me ha dado herramientas y armas para conseguir mis propósitos. Ahora veo con ojos de gacela la vida y entiendo que cuando se sale de esto, el mejor camino es el de no traerlo más a nuestras vidas. Por eso el odio sólo entorpece nuestra intención de ser felices. Podemos elegir no vivir con violencia nunca más en nuestras vidas. Esos chicos de los que hablo al principio de este texto, también pueden elegir. Los hijos del odio pueden elegir vivir sin odio y esa posibilidad es lo que hace que la vida sea tan maravillosa.

1 comentario:

  1. Gracias amiga, ya te escribire a tu mail, me estas enseñando mucho y me das el consuelo que necesito
    Ojala yo pudiera sacarme de encima a este leon!!

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