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Lo mejor está por llegar

sábado, julio 23, 2011

Cómplices de los leones a causa de la culpa

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Un día, entró un ladrón a una tienda aprovechando la ausencia del tendero para robar y un niño que presenciaba el hurto, vio cómo el ladron saqueaba las estanterías. Cuando el ladrón se percató de la presencia del niño, le dijo lo siguiente:

-Hola, chico ¿has visto todas las cosas que he comprado? Dentro de un rato vendré y le pagaré al dueño.

El tendero volvió y al darse cuenta de que le habían robado llamó a la policía. Tenían como único testigo a un niño al que preguntaron por lo sucedido.

-Nada, -dijo el niño-, en el tiempo que yo he estado solo, ha venido un hombre a comprar. Del ladrón no sé nada.

Creyeron al niño y pensaron que simplemente no había sido testigo del robo.  Así que desviaron su investigación a otras teorías que nunca le llevaron al ladrón.

El niño creció y con el tiempo empezó a casar ideas y se dió cuenta él solo, con la madurez del tiempo, de que sí que había visto al ladrón y que éste le había engañado. Fue a la policía y advirtió que había sido testigo del robo. Pero el caso estaba ya archivado y nadie se acordaba de él.

Algo así ocurre con la mayoría de los procesos de fuga. Los leones salen impunes porque sus gacelas no pueden entender que lo que les están haciendo constituye un delito. Lo entienden después de mucho sufrir y al romper la relación. Entienden que podrían haber enjaulado a sus carceleros si se hubiesen planteado la posibilidad. Pero incluso después de entenderlo, o es demasiado tarde, o siguen sin atreverse a dar el paso para que estos delincuentes acarreen con las consecuencias de sus actos.

Las gacelas, entonces, se convierten en sus más fieles cómplices sin pretenderlo. Temen arruinarles la vida.  Temen que pierdan sus trabajos, que sea dañada su imagen o incluso temen por los familiares del león, que a veces son también gacelas que tratan de sobrevivir paralelamente con sus propios problemas.

La actitud de los leones es a veces tan contradictoria, que no permiten a las gacelas ni siquiera sentirse dolidas. No les dejan sentir rabia, no les dejan estar enfadadas. Les agreden verbal o físicamente y acto seguido se arrodillan ante ellas implorando perdón y confesando que son débiles y que aman demasiado. Este juego es una cárcel que mantiene a la gacela en una constante duda sobre qué hacer, cómo actuar e incluso qué sentir.

Denunciar o dejar a los leones, es un acto radical que requiere una claridad de ideas que las gacelas nunca suelen tener.  Resulta evidente que la definición de bien y mal no es tan claro como decir blanco y negro.

Seguro que conocerás la historia de un padre que tenía dos hijos a los que le pidió la misma tarea. Uno de ellos dijo amablemente que la haría pero se entretuvo con sus cosas y no la hizo. El otro hijo, se quejó porque no tenía ganas de hacerla, pero  después a regañadientes, hizo la tarea. ¿Qué acción es más loable? Los leones suelen actuar como el primer hijo. Son lobos con pieles de cordero. Les preceden sus actos pero controlan a los demás con sus palabras.

Las gacelas pueden abstraer lo bueno de lo malo y convertirlo en absoluto. Lo hacen porque lo necesitan para vivir con su realidad, para  no sentirse todo el tiempo infelices. Cuando se enfadan con esta realidad, no la pueden vivir plenamente porque, por un lado sus leones no les dejan pero por otro lado, cuando lo consiguen, se sienten culpables.

La culpabilidad es constante y además es una carga pesada. Resulta fácil traicionar a un león. Basta con sentirse mal y hablar con los amigos de cómo nos sentimos para creer que le estamos traicionando.

Y para colmo, cargando con estos sentimientos tan contradictorios y frustrantes, vienen los de fuera a juzgar la actitud compasiva y cómplice de las gacelas con respecto a sus leones, lo que supone un grado más de frustración y soledad. La consecuencia de esta actitud por parte de terceros es que las gacelas llegan a la conclusión de que no pueden contar con nadie, sólo con ellas mismas, lo que provoca que aún se sientan más presas de sus leones.

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Hay una forma de salir de este ciclo aparentemente cerrado. El primer paso es entender cómo funciona. Está alimentado de frustración y sentimiento de culpa y estos sentimientos son los que cierran el circuito. Una vez entendido esto, entonces se puede romper la pauta. No vamos a dejar de sentir lo que sentimos. Esa culpa te acompañará todo tiempo que vivas con tu león. Pero sí puedes actuar a pesar de la culpa, dejar de obedecer a lo que ese sentimiento infundado obliga.

Te será muy útil si en vez de abstraer lo bueno, abstraes lo malo. Normalmente estamos educados para controlar los sentimientos malos. Desde niños nos han enseñado que no debemos tener malos pensamientos ni malas actitudes hacia los demás. Es adecuado haber aprendido a controlar nuestros malos sentimientos, porque nuestra convivencia depende de ello.

Pero en ninguna otra circunstancia, te será más necesario canalizar el odio para neutralizar la culpa. En este caso, el odio es útil aunque la idea te parezca radical. No es necesario que lo utilices para hacer daño, no te ayudará en ese sentido. Pero sí que te ayudará a contrarrestar la culpa. Cuando sientas odio, no cortes ese sentimiento, deja que el sentimiento te invada y utilízalo para justificar TUS ACTOS DE FUGA, porque el resto de sentimientos, te impedirán actuar a tu favor salvo el odio.

El día que sientas odio, utilízalo para preparar la maleta, lléva el odio a la acción. El odio es la energía más eficaz que puede ayudarte a tomar la gran decisión. Siempre que te sientas culpable, reúne todas las razones por las que sentir odio, todas las anécdotas dolorosas, todas las palabras hirientes, todos los actos de abandono o de violencia. Reúnelos, deja que el odio te invada y convierte el odio en la razón para huir.

La culpa sólo puede vencerse de una manera: entendiendo que en una relación dañina se ha desarrollado de una forma irreal. De hecho, todos los sentimientos que te invaden, se han llevado al extremo. Cuando sientes amor, es un amor irracional. Cuando sientes culpa, es una culpa ilógica. Cuando sientes odio, también estará desbocado aunque quizá sea el sentimiento más real que tengas pero lo frenas porque piensas que no es un buen sentimiento. Habrás padecido sentimientos nuevos para ti que nunca antes te habían invadido, como la ira, la angustia, la frustración, el odio, el pánico, la ansiedad.

No te cuestiones la legitimidad de estos sentimientos. Utilízalos como hacen los veleros con los vientos. Permite que te ayuden a avanzar utilizando tus sentimientos como energías útiles. Sólo de esta manera podremos romper el círculo vicioso que nos convierte en cómplices de los leones.

¡Sé velero!
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