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Lo mejor está por llegar

domingo, octubre 09, 2011

¿Crees que no puedes huir? ¡Podrás!

Hace mucho tiempo, inmersa todavía en mi "estado de fuga" me lamentaba de mi cobardía, de mi incapacidad para tomar una decisión definitiva y emprender una fuga de una vez por todas. Y en esa angustia de verme atrapada y sin capacidad de salir de tanta tristeza, conocí a una persona que había pasado por esa situación y había salido. Esta ex-gacela me dijo que cuando vives con un león, andas en el filo de un precipicio, siempre dudando entre si saltar o no. A veces decidida a hacerlo, a veces decidida a vivir en la seguridad de pisar suelo firme. Pero un día, por algún motivo de lo menos extraordinario, de repente coges valor y saltas y ya no hay vuelta de hoja. Yo soñaba con ese momento que creía imposible.... hasta que sucedió y, tal y como me pronosticó aquella persona, ocurrió por el motivo más torpe, habiendo tenido experiencias peores y habiéndolas soportado estoicamente. Hoy día puedo explicar por qué sucede de esa forma.

fuente de la foto
Ayer me contaron una historia muy curiosa de los elefantes. Cuando son pequeños, sus cuidadores los atan a una estaca para que no se escapen. El animal, pese a que se resiste, no puede vencer la estaca porque aún es pequeño. Cuando son adultos, tendrían la fuerza suficiente para soltarse de esa estaca pero han aprendido a vivir atados a ésta y ya no se cuestionan la posibilidad de vencerla. Una vez que fueron derrotados creen que ya no pueden volver a intentarlo.

El ser humano puede verse atrapado en ese tipo de cárcel falsa por las enseñanzas que ha tenido desde pequeño. Adopta los miedos y las costumbres de sus adultos sin cuestionárselos y si éstos son erráticos, heredan un comportamiento errático.

Sin embargo, los seres humanos no somos elefantes y tenemos capacidad para cuestionar la legitimidad de las normas impuestas y los yugos de los leones. Habrás observado que los leones son como los cuidadores de los elefantes: te ponen una estaca nada más empezar la relación, cuando ya saben que estás enamorad@ y que no te vas a escapar. Durante los primeros dos o tres años, pasas un calvario que luego se suaviza y de repente vives un tiempo relativamente largo sin broncas. Durante ese tiempo, te has adaptado a vivir atado a una estaca y no te cuestionas la legitimidad de la estaca porque ahora las cosas están bien. Tu león tiene una soga que va apretando o aflojando en función de tus determinaciones. Si ve que quieres huir, aprieta, si ves que te conformas, afloja y entonces te planteas que las cosas pueden cambiar a mejor. Ese juego de aprieta y afloja es el que te tiene en el borde de un precipicio dudando si saltar o no.

A un lado de la balanza, la insostenibilidad de la violencia. Al otro lado de la balanza, tu soledad, tu dependencia emocional, tu amor, tus sueños de tener una familia, la falta de recursos y de ayudas y, en definitiva,  cualquier asunto que te ate a esa relación tan destructiva. Sufrir una relación con un león consiste siempre en sopesar entre esa eterna y doliente dudalidad y  muy pocos lo pueden entenderla porque nadie que no haya vivido por esto puede saber cómo funciona. Así que se convierte en una lucha muy personal, hiriente, solitaria y llena de dudas sin respuesta.

Sin embargo, las heridas cuentan, aunque no lo creas. Las heridas son peldaños de una escalera que nos lleva a la libertad. No somos como los elefantes, gacela, ni mucho menos. Todas las veces que nos ha hecho daño nuestro león, se quedan guardadas en una memoria latente que parece no tener fin. Cuando surge un conflicto, esa memoria latente se rebosa y vienen a ti todas las heridas de golpe, como si fueran bumeranes.

Después de una discusión, te viene a la memoria todo lo que te ha hecho o dicho y enlazas frases, insultos, golpes del pasado que creías olvidados y esa memoria latente, que parecía no tener fin, un día se rebosa con el gesto más simple. De repente, ya no puedes más y entonces coges tu maleta y te vas de una vez por todas. Por eso siempre recomiendo que tengas la maleta hecha y escondida en un lugar donde tu león no acostumbre a mirar. El día que te venga ese hartazgo definitivo, sólo necesitarás coger la maleta y largarte.

Te invito a que no te angusties porque, tal y como te sientes en este momento, nos hemos sentido los que ahora somos gacelas libres y lo que parece no llegar... llega.  Mantente preparad@ cuando eso ocurra.

¡No somos elefantes!

1 comentario:

  1. Anónimo11:08 a. m.

    Una entrada muy buena. Describes perfectamente como nos sentimos muchas personas y, a veces, alivia saber que hay gente que ha pasado por lo mismo y ha podido salir adelante. Gracias.

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