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Lo mejor está por llegar

viernes, junio 07, 2013

La tarea de la gacela es aprender a dejar de serlo

Seguramente que esto ya lo he contado alguna vez pero quiero hacerlo una vez más para explicar una idea nueva. Una de las erradas veces en las que fui a un psicólogo, éste, tras escuchar mi historia (en la que le contaba mis sospechas de estar viviendo una relación de maltrato) me dijo, literalmente, que yo tenía "sentimientos infantiles". Volví a acordarme de esta anécdota en una ocasión en la que, hablando con una amiga, me contaba que en nuestra infancia establecemos lazos de unión que mantenemos de adultos y, sin embargo, se vuelven inservibles como por ejemplo, los celos, el sentimiento de posesión con las personas... ese tipo de sentimientos. Este segundo punto de vista lo creí lógico y pensé que quizá todas las personas tenemos esos lazos fallidos y obsoletos que heredamos en nuestra infancia. Por ese motivo, volví a repasar aquél diagnóstico que en un primer momento me había parecido absurdo y me pregunté a mí misma si mi forma de relacionarme, heredada en la infancia, explicaba que los leones encontraran un filón en mí. Es posible. He encontrado muchos leones en mi vida, especialmente en el trabajo y una y otra vez he sido yo, entre muchas personas, el saco de boxeo.  No se trata de sentimientos infantiles, como dijo aquel psicólogo desacertado, en realidad son hábitos infantiles, que es otra cosa bien distinta. 

En la infancia aprendemos a "no responder a los mayores" en vez de aprender a "respetar a nuestros semejantes". Aprendemos a complacer a quienes no tienen por qué ser complacidos. Nos obligan a dar besos a los extraños cuando somos pequeños, en vez de respetarnos si no queremos romper las distancias con alguien...


 TODO ESO LO HEREDAMOS EN NUESTRA ADULTEZ 


Y nos convertimos en elefantes atados cuando somos adultos, incapaces de decidir que ya basta de abusos y de que la gente trapase nuestros límites sin pedir permiso. 

El otro día leí que, de lo que hemos aprendido cuando éramos niños, no somos responsables pero de lo que decidimos aprender de adultos sí que lo somos y ¿sabes que se puede aprender a poner límites a los demás, a impedir que nos agredan? Se puede y, como se puede, deberíamos hacer el intento por aprenderlo.

Siempre, ante una relación de maltrato, aconsejo huir. A mí me ha ido bien con la huída. Y así lo he hecho siempre, huyendo de mi león y de los leones y leonas que te encuentras por el camino, especialmente en el trabajo. Sin embargo, al menos en mi caso, todos los días me relaciono con desconocidos y entre ellos hay leones camuflados. Nunca sabemos qué psicópata vamos a conocer. Por ese motivo se hace importante aprender a obligar a los demás a que nos respeten, porque no nos podemos pasar la vida huyendo de las personas que pretenden hacernos daño

Suelta tu herencia, caminemos con fuerza. 


2 comentarios:

  1. Anónimo11:07 p. m.

    Por fin ha llegado el día. Después de varios años buscando la forma de hacerlo, lo he logrado, he logrado huir. Este blog ha sido de gran ayuda. Si en algún momento he dudado sobre lo que estaba haciendo, o si necesitaba una palabra de aliento, recurría a los muchos posts que Ana Isabel ha escrito con palabras suaves pero ideas contundentes para reforzarme en el convencimiento de que lo estaba haciendo bien.
    En realidad estaba haciendo lo que tenía que hacer, lo mejor para mis hijos y lo mejor para mí. Durante mucho tiempo pensé que mi responsabilidad era quedarme quieta y no huir por el bien de mis hijos. ¡Qué error!
    Hoy ya no dejo espacio para el lamento, ni para pensar qué hubiera sucedido de haber hecho lo que no hice, ni para imaginar los destinos a los que me hubieran llevado los trenes que no tomé.
    La semana próxima comienzan mis vacaciones. Las inicio con ganas, con ilusión renovada y con auténtica necesidad. Este verano esas dos semanas, no serán solo una huida temporal de la gran ciudad, sino la huida definitiva de mi león particular. Como al igual que Ana Isabel, también tiendo a ser el saco de boxeo de los leones en mi trabajo he decidido hacer un pack, y huir de todos ellos al mismo tiempo.
    Para el futuro, pido a Dios que esta tortura que he vivido no me pase una factura demasiado elevada y que me permita volver a encontrar la paz, la serenidad y ¿por qué no? La felicidad.
    Qué paséis un estupendo verano.
    Un fuerte y agradecido abrazo.
    M.A

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  2. Encantada de recibir esa noticia, M.A. Hoy, que es cuando he leído tu mensaje voy a brindar por ti, por otra persona que por fin es duela de su destino. No te preocupes por tus hijos, M.A. porque ahora tienen una oportunidad para ser felices en un hogar donde no hay más broncas.

    Te brindo toda la ilusión que hay en mi corazón por tu libertad.

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