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jueves, mayo 26, 2016

el sacrificio de la gacela débil

Hay un pacto inconsciente entre los leones y las gacelas. Un pacto que suele darse de forma automática, como si estuviésemos programados para ello aunque el motivo no es otro que el de la propia supervivencia y que se puede explicar utilizando la más conocida metáfora de este blog, el de las gacelas y los leones.
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Si alguna vez has visto un documental de leones, habrás visto cómo cazan. Persiguen al rebaño o manada de víctimas y busca al más débil, al cachorro, al viejo, al cojo... eligen la presa más fácil y no pienses que el resto de gacelas le ayudan. Muy por el contrario, corren que se las pelan, aunque la pequeña gacela sea un familiar. De una forma automática, quizá por ese instinto de supervivencia que tenemos todos los seres vivos, la manada de gacelas sacrifica uno de sus miembros para salvar el grupo. 

Eso mismo es lo que hacemos los humanos cuando dentro del grupo hay un león que por autoridad, o por su lugar en el clan es superior al grupo: permitimos el sacrificio de uno de los miembros. Lo habrás visto en el trabajo, cuando un jefe se descarga con una persona y todos los demás miran, a veces incluso justifican al león y aleccionan a la gacela. Ocurre en la familia cuando uno de los progenitores se enfoca con uno de los miembros y cuando esta pobre gacela dice en público lo que su león está haciendo, ninguno de los miembros le apoya y dicen no creerle. 

Si os fijáis lo hacen de forma instintiva los niños en clase, cuando uno de ellos es diferente. Si el pequeño líder decide burlarse del diferente... todos los demás le siguen en el escarnio. Visto desde fuera, juzgamos a la manada cruel, despiadada... sin embargo podríamos pertenecer a una manada cruel sin darnos cuenta y os contaré un caso reciente. 

Tengo una amiga que pasa por serias dificultades económicas. Junto a esas dificultades, está pasando por toda una suerte de desgracias con su familia, incluso hasta se le murieron sus perros. Intenta ganarse la vida ofreciendo un servicio muy especial y un día publicó un evento en Facebook. Ese evento lo descubrió una persona que tiene mucha popularidad en Facebook y decidió compartir su evento pero no para ayudarle sino todo lo contrario, para reírse de su trabajo. Acto seguido, empezó a suceder toda una serie de comentarios de personas que aisladamente jamás se habrían fijado en aquella publicidad y empezaron a reírse, a hacer chistes a su costa. La cosa fue más allá, mucho más grave cuando incluso le faltaron el respeto y la acusaron de aprovecharse de los demás como si hubiera cometido un algún acto horrible. Fui testigo de un escarnio público y me dio tanta rabia que traté de romper una lanza en su favor con muy poco éxito. Lo que más me asombró de lo ocurrido es que ninguna de las personas que participaron en las risotadas y en los insultos la conocían personalmente y no podían saber la calidad humana de mi amiga ni de su sufrimiento. Juzgaron, se rieron y la insultaron sólo porque lo hizo su líder. Ninguno se molestó en conocerla. 

Cuando la manada no piensa, no razona, devora sin piedad a la gacela elegida. Apoyan al león, al líder que se divierte consiguiendo que las propias gacelas, las vegetarianas, que aisladamente actuarían de otra forma, actuaran incluso como auténticos leones y participaran del festín carnívoro. 

Si alguna vez te has visto envuelta en esa vorágine, criticando con tus amigos a alguien, faltándole al respeto, pregúntate si conoces a esa persona y, si no la conoces, sepárate lentamente de la manada y aléjate para dejar de seguir alimentando la violencia pública. 


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