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Lo mejor está por llegar

sábado, junio 25, 2011

He decidido que te voy a perdonar

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La manera en la que los leones inician una discusión es parecida a cómo tiembla la tierra: impredecible. Al igual que los terremotos, las gacelas se ven imposibilitadas para pronosticar cuándo va a ser el próximo estallido así como las causas que lo provocan. Por ese motivo se hace también muy difícil esquivarlos. Caer en las garras de un león es lo más fácil del mundo.

Parte de esa caída no es sólo la furia del temblor con la que se desarrolla sino la forma en cómo se resuelve:

He tenído la oportunidad de leer tres escritos, tres cartas conciliadoras de tres leones diferentes por casualidades más que por elecciones y la forma en que están escritas las tres cartas tienen mucho en común.

La primera característica que los hace parecidos es que ellos se ven como la parte racional de la pareja. Escriben con un aplomo fingido, exagerado, como un profesor que alecciona a su alumno: "ya te dije", "te he advertido en varias ocasiones", "pero tú no hiciste caso", "siempre te digo que...", "no sé en qué estás pensando".

Suelen culpar a las gacelas de lo ocurrido pese a que han sido ellos los que han iniciado todo: "y tú insistes en hacerlo" "no se puede hablar contigo, porque siempre acabamos discutiendo...".

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Además, suelen utilizar el chantaje sentimental, con lo que consiguen más efectividad en sus pretensiones, que no tienen otro objetivo que manipular a la gacela: "intento hacer lo mejor para ti pero tú estás pensando en otra cosa" o, ésta es buena, "jamás podré contarle a nuestro futuro hijo cómo fueron nuestros comienzos porque está manchado" o, "no sé en qué estás pensando, yo me paso todo el tiempo complaciéndote y tú dejándome de lado".

Ellos se sienten los grandes dolidos, los damnificados, los incomprendidos, hacen ver que han luchado por la relación pero que lo único que han recibido hasn sido desprecios.

Normalmente, los leones combinan grandes actos de generosidad con grandes actos de ruindad pero en sus cartas jamás hablan de sus actos de ruindad. Jamás reconocen su culpa, nunca lo hacen a menos que sirva como estrategia para retener a las gacelas y si eso ocurriera, jamás lo harían por escrito.

En una carta, de lo que hablarán es de sus actos de generosidad para hacer ver a la gacela que ha sido muy egoísta. Como esas bondades existen, realmente hacen pensar a la gacela que está equivocada que quizá haya reaccionado demasiado mal en esa ocasión porque, por otro lado, no se acuerda de la disputa. El estres impide la retención de las escenas dolorosas (quizá te interese ampliar información, aquí), así que la gacela tiene ante sus manos una carta que hace una propaganda estupenda de lo buena persona que es su león y apenas recuerdos de lo fuertes que pueden ser sus rugidos.

Al final, y como colofon, después de una exposición cargada de reproches que simulan ser reflexiones positivas para ambos, deciden perdonar a sus gacelas porque también deciden pensar que las pobres no saben lo que hacen. Deciden creer que están equivocadas, que son torpes egoístas que no se han dado cuenta de que son amadas con un amor auténtico y le abren una puerta de salida que se parece mucho a la trampilla que le abren a los toros cuando van a salir al ruedo.

Así que el juego de sentimientos que tiene una gacela cuando lee estas cartas, y siguiendo ese muestrario de pretensiones que he reflejado en los párrafos anteriores, la gacela, al principio se siente molesta porque sabe que tiene la razón pero no está segura de por qué, sólo sabe que se siente mal. Después llega la comparativa de la que hablaba antes (actos bondadoso vs. actos ruines de los que no hay constancia escrita y apenas memoria) y luego está la salida final que es la que toda gacela desea: que esto acabe pronto aunque él no tenga razón, aunque la carta esté llena de despropósitos, así que se acoge al perdón de su león porque en el fondo lo que busca una gacela es:

PAZ

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